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Mostrando las entradas de abril, 2018

TODO ERA PRIMAVERA

El olor a pasto cortado siempre la hizo estornudar arrugaba la nariz y los resoplidos estallaban apretados furiosos y lagrimeaba a lo pavote era cuestión de estar atento porque el espectáculo era maravilloso divertido pero tierno cuando sus ojos se cerraban al tomar aire y se abrían ante la expulsión del caudal retenido en los cachetes se le formaba un pocito una lagunita le decía yo y ella reía y yo la amaba y entonces todo era primavera.

BOSQUE EN ELLA

Había bosque en ella, árboles que se escondían al sol por ramas de dolor. Había bosque, olor a madera en su pelo, madriguera de sueños, vigilia de mañanas grises. Habitaba tanto bosque en su mirada y en los besos que soltaba en otoño. Sus dedos, insectos que me trepaban debajo de la piel, recorrían las extensiones del miedo, y asi encendieron el fuego que se llevó todo lo construido, todo lo apilado en el tiempo pero no pudo con las ganas de perderme entre sus raíces y desastillarme el corazón.

CUADERNOS

Miro los cuadernos en las librerías y los imagino llenos de poesía. Desbordados de palabras sueltas que simulan estar ordenadas. Hoja blanca, inmaculada de renglones que son barrotes para los versos, con letras de caligrafía dudosa, de puño apretado cuyo esfuerzo carga un alma herida y tinta negra para escribir lo que viene de la oscuridad de uno. De mi. Y que esas palabras vuelen desde el interior y se posen verticales, y que al ser leídas se produzca una reacción química que anticipe la emoción. Y que alguien, quien sea, susurre esas palabras mias que aún no volaron a mis manos, recitados por alguien cualquiera, en un momento cualquiera, pero cuando más lo necesite.

OTOÑO DE DOMINGO

Entre el sol que toca sus últimas melodías y la luna que ya se pintó sobre el celeste, mis hijos juegan pateando hojas apurando el frio sobre el parque sembrado de otoño, y así, ya no hay domingo ni lunes. 

CUIDANOS SIEMPRE

Ella vino o yo me quise tropezar con ella, difícil saberlo. Necesitaba un viento fuerte que me empujara a la locura premeditada de lo prohibido y caí en ella, caí en sus abismos y salí herido cuando su cautela me depositó en la rutina de un alma que se había ido de gira. Volví, pude sobrevivir pero dejé una porción de mis sentidos en ella en su mirada descalza y en su sonrisa chueca y nerviosa. Cuidanos siempre, me dijo y permanecí en la superficie esquivando abismos que no son míos ni ya nunca lo fueron.

PAÑUELOS PINTADOS

Caminamos por el barrio, su mano pequeña envuelta por la mía. Almagro, y sus tardes de sombra, acomodan el otoño sobre sus calles y pasajes. Cuando cruzamos por la plaza observando el paisaje de parejas discutiendo, madres e hijos tomando mate en los bancos, Valentino se detuvo sobre una pintada blanca. Lo miró curioso y lo señaló mientras buscaba mi mirada. "Son pañuelos, de las madres de la Plaza. Que buscan a sus hijos desaparecidos". Me preguntó donde estaban los hijos, si se habían portado mal, quien se los había llevado". Y nos sentamos en un banco y sin detalles escabrosos, intenté explicarle aquella noche larga. Pero no pude, porque me ganó la emoción de contarle todo lo que sabía, porque la Memoria actúa en esos precisos momentos y es cuando mete un gol eterno desde una garganta tomada por la impotencia. Le dije simplemente que los habían escondido bajo una alfombra de odio. "Yo no me voy a esconder", me dijo y lo abracé. Después caminamos por el barri

CARTAS VIEJAS

Unas cartas viejas guardadas en un cajón, que dicen lo que nunca una voz, sus palabras hablan por labios sellados que jugaron al silencio en el refugio de la cobardía más perfecta. Susurros capturados de una lengua anestesiada capaz de una hazaña pero sin batallas. Palabras sueltas en tinta azul que se mueren, que gravitan en las fauces del olvido.

EN LA LUNA

En la luna hay muchas personas queridas. Un abuelo, una tía y un ejército de bisabuelos desconocidos. Cada vez que uno lo necesita levanta la cabeza por la noche y susurra mensajes sin respuesta. Son muchos y aunque parezca que están apretados, conviven allá lo lejos en paz. Entre ellos y nosotros hay un abismo que es noche sembrada de estrellas. Y nos cuidan porque nosotros los abrigamos en los recuerdos. No los vemos, no los escuchamos pero están. Y cada vez que los chicos lo nombran, existen, se manifiestan corporeos en el alma. La emoción gana el desafío y así sucumbimos al dolor de la ausencia.

EL VIENTO ES MÚSICA

El viento es música cuando pasa entre las casuarinas. Por eso las cotorras se van llevando su canto a otra parte donde el viento no anida territorios de otros. En las alturas, donde mora lo infranqueable por el hombre, la música se graba en las maderas que nunca serán instrumentos. Las melodías se quedan a pastar acá, donde el sol baña el trigo, donde el camino se transforma en viejas plantaciones. Y donde el hombre canta canciones de amor de otra época, de otro continente.

EL FORTIN

Los teros escoltan los pasos de quienes se atreven a llegar a la ruta, más allá del silencio, en el campo de la siesta. Hay huellas grabadas en la tierra que no tienen tiempo, que asoman la paz desde lugares que no alcanza el horizonte. El silencio del campo es mas que el silencio, ni las plantas respiran, el viento juega sigiloso pero preciso a acariciar los rastrojos de la soja. La tranquera es un límite, una especie de barrera que si uno la traspasa se entrega a la buena de Dios. Más allá, en el fondo, detrás de la casa, el Moro, la Bonita y el Gato pastan satisfechos antes del atardecer. Para ellos no hay monte a medio camino entre la ruta y el remanso, para ellos la vida es eso, pastar el horizonte sin saber que es un horizonte ni un atardecer entre alamos.

LA CABEZA DE LADITO

Con la cabeza de ladito, levemente hacia la derecha, mira el horizonte tapándose las orejas. El viento hamaca las plantaciones y él permanece ahí, en completo silencio quietito abstraido aunque pueda permanecer desconectado es quien más se conecta con el mundo y sus recovecos más intensos.