Cada tanto, a la hora en que ya ganó la noche, se me da por mirar al cielo, perderme en la negrura y contar estrellas. Y cada vez que eso pasa, me conecto con la infancia, ahí arriba donde los sueños se cruzan con las nubes hay un puente que no se ve, pero está. El mundo era otro, todo era otro pero está ahi, inmaculado para cada visita. El sabor de la chocolatada, los dibujitos animados a la tarde y las caricias de mamá como proteccion a todo. El juego funcionaba como via de escape a una realidad que se respiraba en cada suspiro, las rodillas peladas con tierra, las zapatillas rotas de patear la pelota en la siesta y la mirada de mamá. En cada recuerdo de esa patria, de ese rincón hermoso de mi vida está mamá, esa luz que cobijaba, esa mirada bañada de ternura pero con firmeza, esas manos que no temblaban al impartir justicia, esa voz suave pero cargada de autoridad. En cada uno de los caminos que tomé, y en cada sonrisa y lágrima que solté, ahi está mamá. Ella, que todo lo puede,