EN EL SUBTE

Los veo caminar por los pasillos
cómo autómatas en manada,
con la mirada perdida
y los pasos seguros.
Suben y bajan escaleras
sin leer los carteles de orientación
y midiendo cada paso
sin que se les caiga un gesto
o una frase.
A pesar de su rigidez,
se mueven con la habilidad suficiente
para evitar el contacto con el otro.
No sé ustedes
pero desconfío de las personas
que siempre saben a dónde van
y jamás permiten perderse.
Apunte mental:
cuando encuentre la salida,
debería conseguir un mapa.
O jurar nunca más descender
a este laberinto multitudinario,
a este infierno a pequeña escala,
dónde siempre (pero siempre) logro sentirme solo.

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