LIBERTAD
Ya casi ni me acordaba
esto de arrastrar los pies por la cocina
sin el miedo clavado en la nariz
y sin la hostilidad respirando cerca.
Ya no duermo más con un ojo abierto,
por si a algún perro se le ocurría venir a lamer mi espanto.
Tomo mates hasta la acidez
sin súplicas y el hambre
y el frío ya no se huelen en las paredes.
Absurdo, es sólo un ritual estúpido,
esto de moverme por la casa
tan suelto y con la cabeza en alto.
Pasará mucho tiempo
hasta que pueda recomponer
a aquél que alguna vez cerró
la puerta de la jaula y arrojó las llaves
a las fauces del resentimiento.
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