ME QUEDÓ TU VENTANA

Solo me quedó tu ventana
de madera roida, gastada por el tiempo,
que cuando abre salta en un chasquido
y después no cierra de puro dolor.
Sus metales oxidados
me pintan la piel
de dudas y de manías.
Sus bisagras,
incrustadas en el marco,
a veces rígidas en verano
pero dóciles cuando invierno.
De vidrios marcados,
a base de dedos en la humedad,
marca la herrumbre en la vigilia
y estropea la noche.
En fin
sólo me quedó tu ventana,
mi único pedacito de cielo.

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