ÁNGEL DE LA PERDICIÓN

Una noche de soledad, un ángel fue a meterse en su nariz. Desde entonces anda frunciendo ceños, mirando abismos, apurando pasos. Un perdido más en las calles del otoño esquivando demonios. Su mirada, antes clara ahora rígida, enfoca más allá de todo lo que ve.

Atrae más fantasmas que suerte. Y lo persiguen a sol y sombra susurros de otra época mejor.

Sus pasos pesan alcohol de vino rasposo y la piel de su cara erosionó en un paisaje de ficción. Dice que su boca desapareció, la abandonó en una fiesta que nunca encuentra el fin, mientras su mandíbula juega a escaparse de sus territorios declarados. 

Duerme bajo el techo de las tres marías. Juega a que lo tiene todo, porque él es un todo sin sueños intrusos.

Hasta un ángel tiene,
de okupa
habitando los rincones
de su nariz.

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